La Unión Europea invierte tiempo y dinero en reforzar sus puertas de entrada, pero las turbulencias del exterior vuelven prácticamente insignificantes los intentos por contener el éxodo. Así lo demuestra el dato sobre el origen de esos inmigrantes. Unos 25.000, más de la mitad de los interceptados, partieron de Libia, un auténtico coladero por la ausencia de Estado que controle los movimientos.
Apenas unos días después de la última tragedia de Lampedusa, que ha dejado al menos 17 muertos y más de 200 rescatados a las puertas de Europa, el avance de Frontex atribuye a Italia la peor parte del panorama. La llamada ruta del Mediterráneo central —barcas que parten principalmente de Libia con extranjeros procedentes del Cuerno de África— concentra más de la mitad de los irregulares detectados hasta abril, explican en la agencia europea.
Muy inferior es el impacto en la ruta que impacta directamente en España, la del Mediterráneo occidental. Algo más de 2.200 personas trataron de entrar por Ceuta y Melilla, una cifra que triplica la del mismo periodo del año pasado pero que sigue siendo poco significativa en la foto global. Pese a todo, el dato muestra una notable aceleración respecto a 2013, cuando las entradas por esta vía crecían un 7%.
La procedencia de quienes intentan cruzar al otro lado del mundo refleja con nitidez el origen de los problemas. Siria se convierte en el mayor emisor de inmigrantes irregulares de este registro —Frontex no precisa más la información, a la espera del informe definitivo—, seguido de otros Estados subsaharianos. Mientras Afganistán, durante muchos años principal foco de extranjeros, retrocede.
Más allá de factores externos, algunos expertos apuntan a la intervención europea como un factor que determina los flujos. Tras el naufragio de Lampedusa que sacudió a Europa el año pasado, Italia decidió establecer una misión naval de vigilancia de fronteras y salvamento de inmigrantes. “Es un debate difícil. Es una obligación humanitaria salvarlos, pero a corto plazo, esa misión actúa como un factor que estimula las salidas. Si los inmigrantes saben que van a ser salvados, pueden correr el riesgo”, argumenta Elizabeth Collett, directora para Europa de la organización Migration Policy Institute.
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