lunes, 20 de enero de 2014

Criticas sobre Robert Doisneau

Robert Doisneau, el fotógrafo empeñado en mostrar la vida "no como es, sino como debiera ser"
De kus bij het stadhuis - París, 1951 Fue una de las fotos mas polemicas.

  Sus fotografías, en blanco y negro, plasman la identidad de los franceses en el siglo pasado.

Señala el autor de este artículo un importante rasgo de la doble relación de Doisneau con la fotografía: la 
interdependencia de la apuesta personal y la expresión profesional, porque, efectivamente, la formación en los secretos 
de la luz y los materiales es una deuda del ejercicio como fotógrafo industrial. “Se podría decir que Robert Doisneau 
pasó del oficio al arte gracias al fraude, robando un poco de tiempo a los que le daban trabajo, dedicándose a cosas que 
no interesaban a nadie excepto a él mismo y que no tenían valor comercial alguno”. Y esas imágenes, precisamente las 
que dependían de una estrecha relación entre su autor y el contexto en que vivía, no interesaban a nadie, nadie las 
quería, pero a él le proporcionaban una sensación de júbilo, no precisaba justificación alguna para tomarlas, salvo las 
propias fotografías 
Decía Doisneau: “Os explicaré cómo me asalta el deseo de hacer una fotografía. A veces es como la continuación de un 
sueño. Una mañana me despierto con una extraordinaria alegría de vivir, de ver. Entonces tengo que empezar”. 
Pierre Courtade, indica Crevrier, fue el primero en interesarse por las fotografías de Doisneau, pero fue Blaise Cendrars 
quien escribió finalmente unos textos para dar soporte a una publicación de materiales escogidos  
Pero Doisneau no se limitó a las afueras de la ciudad, a los ambientes marginales, también captó instantáneas de sus 
amigos, “los convirtió en cómplices”. “Su mundo está hecho dde valores frágiles que pueden venirse abajo con 
facilidad. Lo que más se aprecia en sus imágenes es la atmósfera que se expande entre las figuras, el gesto delicado que 
configura un espacio o una actitud en un momento especial” Y, pese a ello, Doisneau no estuvo obsesionado con la 
perfección formal: sus fotos nacen de una necesidad y no se pueden someter a reglas, “pese a ser una persona que huye 
de toda dramatización, ha realizado involuntariamente una obra trágica” 
Su cámara “inmortalizaba” tanto una situación como una necesidad interior. Había visto poca fotografía antes de ser él 
mismo fotógrafo: algo de Tabard, de Kertész, de Brassaï, de Vigneau; también se inspiró en Steinlen y Steinberg, pero, 
por encima de todo, fue su capacidad para la observación la que generó esa mirada sensible: “emoción ante lo frágil y 
lo efímero”. Doisneau es un “falso testigo”, el mundo que intenta probar es el suyo propio 

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